Ayer fue el Certamen BellyPrincess 2013 realizado por
el Estudio Najmah, en este evento participaron como 40 y tantas bailarinas de
diferentes edades, algunas como solistas y otras en grupos. Yo fui una de las
solistas de la categoría adulta y obtuve el 3er lugar.
Es difícil describir lo que uno siente al subirse un
escenario, es un momento mágico en el que tú eres la estrella, todos los ojos
están puestos en ti y tienes que deslumbrar a ese público. Público que no tiene
por qué saber tus problemas tras bambalinas, ellos no necesitan excusas, solo
quieren y merecen un buen espectáculo.
Todo show es una
bella experiencia y en esta ocasión aprendí varias cosas, en lo práctico que no
me debo desconcentrar por la superficie en la que bailo independiente si me desestabilizo, no debo perder la técnica, ni
olvidar trozos de la coreografía por los nervios y debo darme el tiempo de
definir los movimientos. Por otro lado, me enorgullece ver todo lo que he avanzado, desde elegir una
canción que tenga varios ritmos, ocupar bien el espacio, sonreír, hasta lo que
implica tener plena conciencia de todos los
movimientos que uno hace.
También rescato del evento que aún existe el
compañerismo entre algunas bailarinas, no todas se han contaminado con lo
tóxico del ambiente. Porque tras las luces, el strass, las lentejuelas, las
mostacillas hay un mundo lleno de desilusiones, que opaca toda la danza, que
quita motivación y felicidad en quienes lo practicamos.
Al danzar debes preocuparte de proyectarte en escena,
de demostrar seguridad, de la intención de los movimientos, de la intensidad,
de la expresión, de transmitir, de la técnica, de la delicadeza, de la fuerza,
de seguir el ritmo, de sentir la música y sobre todo debes disfrutarlo a cada momento, pues se
supone que es lo que te gusta hacer. Pero a veces se hace difícil, es mucha la
presión, los nervios de pararse sola en un escenario, cumplir las expectativas
depositadas en ti, pero eso no es todo... hay algo no menor…
El mundo de las bailarinas de árabe no es tan
satisfactorio como la danza en sí misma, es un mundo de mala onda, de
competitividad, de egos, de divas, de indiferencia que no solo se da entre
bailarinas que no se conocen, sino también entre profesoras y alumnas. Muchas
veces encuentras que no hay apoyo ni interés en lo que haces como alumna, es
decepcionante… Pero no debes dejar que
nada ni nadie empañe la felicidad que te produce bailar, no debes dejar que
apaguen tu luz, baila por ti, por quienes te apoyan y olvida a quienes no te
saben valorar, al menos a mí me dio resultado.
Las estrellas solo están en el cielo. Pero aquellas que se creen, algún día se
harán pedazos al notar tardíamente que todo se lo deben a la admiración de sus
seguidoras, que sin ellas no son nada. Por lo mismo, se les debiese cuidar,
respetar, animar, potenciar, respaldar y aplaudir cuando algo les haga feliz.
Una buena profesora es quien se alegra por ti, quien se olvida un poco de sí
misma, quién te deja crecer y te desea lo mejor en el rumbo que que elijas.