Parece que es fácil abrir la boca y dejar que las palabras salgan, pero no siempre lo es. A veces uno se niega a pronunciar ciertas cosas, porque parece que no se puede huir de ellas una vez ya dichas, y efectivamente así es, no se puede volver atrás, lo que es mencionado se vuelve real.
Por eso hay quienes se impiden declarar lo que sienten porque no quieren que se convierta en una realidad de la que no se puede escapar, evitar o negar, pues deja de ser un pensamiento que deambula para convertirse en un hecho. Lo mismo ocurre con los problemas, al nombrarlos se admiten y no se pueden ocultar o hacer como que si no estuvieran, ahora son ciertos y se debe hacer algo con ellos porque están más presentes que nunca, y si no se atienden a tiempo solo crearán aún más problemas.
Las palabras crean una realidad que no siempre se quiere aceptar, por miedo a lo que puede suceder, miedo a no poder enfrentar las consecuencias de lo dicho. La negación parece una buena opción para no asumir frente a un otro lo que sucede, sea algo bueno, malo u obvio, todas tienen sus consecuencias que aunque sean situaciones evidentemente sabidas, parece que no existen si no se nombran…
“Si no le digo que lo amo, aunque sepa que así es y siempre ha sido así, me siento más protegida, menos entregada ” es una lógica extraña pues a pesar del silencio todos saben la verdad, solo es un hecho que no se quiere reconocer públicamente, pero el amor, el dolor o la alegría están ahí de todas maneras, pero uno se quiere engañar dándole tal valor a una palabra que en verdad no tiene. Esta no define ni decide lo que es real y lo que no. Hay muchas verdades que permanecn en silencio y no por eso no existen.
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