Si uno analiza detenidamente el amor se dará cuenta que es un sentimiento que mezcla a la vez dos opuestos, pues tiene de interesado lo mismo que de desinteresado. Es tan egoista como generoso. En su base están condensados ambos conceptos de una forma tan armoniosa que logran dar un hermoso resultado.
Un ejemplo concreto del egoismo del amor es cuando uno se fija en alguien. Nos enamoramos de una persona porque ésta algo provocó en nosotros y si eso no hubiera pasado, no le entragaríamos nuestro amor. Es decir, que para amar a alguien necesito que esa persona me haga feliz de alguna manera y si no lo logra, no la voy a amar. Por qué no se puede amar porque si, simplemente por amar?
La paradoja consiste en que si pienso en tu felicidad, pienso en la mia implicitamente. Entonces si todo lo que hago por ti, pasa por mi. Al final lo hago por mi o por ti? Por ambos creo, ya que cuando se ama la felicidad del otro es la propia. Por lo tanto, en parte es cierto que uno da sin esperar nada a cambio y que amar es un acto desinteresado, salvo por la recompensa de la satisfacción personal que uno gana. Sin embargo, ese premio que trae consigo el preocuparse por el bienestar del otro, no se estaba buscando, sino que llega por la sinseridad de la entrega.
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