Nadie es adivino, nada es tan obvio, nadie sabe lo que piensa el resto.
Hay tantas situaciones y malos ratos que se podrían evitar si tan sólo uno dijera lo que siente en el momento preciso. Pero uno suele callar tanto, dejando paso a que los otros hagan deducciones apresuradas y en su mayoría equivocadas.
Si uno calla y no pregunta, jamás se sabrá verdaderamente lo que sucede, sólo serán impresiones que no necesariamente son la realidad.
A veces es muy tarde para decir o hacer lo que realmente queremos. Sin embargo, en ocasiones estamos a tiempo de cambiarlo...
Los problemas de comunicación son tan típicos... y la salida a ellos es tan fácil, pero poco utilizada. La única forma de acabar con ellos es conversando.
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