Cuando alguien importante en nuestra vida ya no está, es difícil continuar… porque la mayoría de las veces somos nosotros mismos quien impedimos que eso ocurra, nos aferramos a los recuerdos, nos ahogamos en la pena. No queremos dejar ir lo último que nos queda de esa persona… el pasado que nos unía. Dejar de pensar en alguien que ya se fue de nuestro lado es una lucha contra uno, de convencerse que lo mejor es superarlo, de que realmente no es positivo traer a la memoria situaciones del ayer, al menos no por el momento.
Queriendo revivir constantemente el pasado y estando presos de la nostalgia, solo nos dañamos porque uno se queda estancado en el dolor. Lo peor es que casi siempre hacemos eso, no queremos cerrar el libro, inconscientemente nos rehusamos en dejar ir a la persona con la que compartíamos nuestra vida, no queremos aceptar que ya no volverá, nadie quiere admitir que todo acabo, menos si era una relación de años… menos si siempre había estado ahí, si habían vivido tantos momentos, si era parte importante de tu vida, si se querían…
Es complicado acostumbrarse a no estar con quien habitualmente estabas… porque todo te recuerda a esa persona, pero después de un tiempo dejarás de extrañar y el vacío que tenías en tu pecho se irá llenando de nuevas emociones, personas y situaciones. Pero antes de todo debes vivir las emociones, no evitarlas, debes sufrir, liberar esa pena completamente y después de eso no dar pie atrás, no fomentar más el recuerdo, pensar que las cosas ya pasaron, rescatar lo bueno y agradecerlo, para finalmente seguir adelante con la vida… que tiene preparadas muchas sorpresas que vale la pena descubrir.
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