Mientes cuando quieres conseguir algo y sabes que con
la verdad se te hará imposible. Mientes para evitar problemas y hacer tu camino
más sencillo.
Al mentir solo piensas en tu conveniencia, solo buscas
hacértela más fácil y así evitar cualquier consecuencia indeseada. Cuando mientes
no te haces responsable de lo que eliges porque no eres capaz de enfrentar lo que
implica esa elección, es cobarde de tu parte…
Duele saber que quien quieres sea capaz de engañarte y
de traicionar tu confianza, más aún cuando nunca le has prohibido algo. Es
decepcionante darte cuenta que no puedes poner las manos al fuego por nadie y
que la virtud de la transparencia es cada vez más escasa…
El problema con las mentiras es que una siempre atrae
más, porque ocultar implica hacer una nueva versión de los hechos y sostenerla
en el tiempo. Es decir, mentir requiere una planificación para poder crear un
cuento creíble y además recordarlo.
Otro problema es que siempre tarde o temprano se
descubren… por eso no vale la pena
mentir en comparación al daño que causas en el otro, eso en el caso que algo te
importe ese otro, pues si no le tienes mayor consideración podrás mentir una y
otra vez sin ningún pudor.
La verdad duele por un momento pero la mentira duele
por siempre…
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