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viernes, 11 de febrero de 2011

Abrazando falsas esperanzas…

En general las mujeres somos demasiado soñadoras e ingenuas, no dejamos de buscar el amor perfecto, el amor ideal, el amor de cuentos, de novelas… Pero ese amor suele ser solo una ilusión y creer que podemos tener algo así, es perseguir una fantasía… porque el amor real es distinto, de partida existe y subsiste bajo muchas presiones, variantes que no se dan en una ilusión. De hecho en este mundo, el romanticismo suele ser una simple estrategia de conquista que logra que las mujeres caigan fácilmente, envueltas en palabras y gestos lindos y una vez que son cautivadas, todo rastro del bello y mágico romance desaparece, abriéndose paso a la realidad…donde surgen las verdaderas intenciones, la verdadera forma de ser, “la verdad”…

Ahora lo estúpido es que aún sabiendo lo absurdo que es creer en utopías, inconscientemente seguimos teniendo altas expectativas… y queriendo tener un idilio de película… a veces esto no pasa porque concretamente esperemos al príncipe azul en un caballo, sino que lo manifestamos de otras maneras, en situaciones más simples y cotidianas. Es cuando comparamos… Las famosas comparaciones con aquel que se acercó a ese amor ideal, aquel que estuvo o siempre ha estado dispuesto a ofrecernos el cuento de hadas que buscamos y anhelamos vivir, aquel que nos promete el tipo de relación donde día a día somos consentidas e inundadas de amor, atención, cariño, preocupación y romanticismo.

Las repetidas comparaciones solo dan paso a confusiones. Estado que habitualmente invade a algunas mujeres, no por falta de amor, sino por un serio problema de expectativas, donde esperan tener la fantasía de una mágica relación, en la que te adoren con la mirada, en la que te piensen día y noche, en la que se esfuercen por agradarte y hacerte feliz a cada segundo…debe ser precioso eso, pero algo así no existe y cuando lo entendamos y dejemos de buscar ese amor perfecto, valoraremos el real con los pro y contra…

Definitivamente a nosotras nos cuesta más ser felices, porque de puro gusto mortificamos nuestra existencia al vivir en fantasías…

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