Hay mucha gente que después de una mala experiencia amorosa, se desencanta de este sentimiento y se rehúsa a volver a sentirlo. La causa principal suele ser que no se quiere volver a sufrir lo mismo de antes o aún peor, es decir, existe un miedo y una desconfianza hacia lo que otros dicen sentir por uno. Y por esto, algunas personas se cierran al mundo y no vuelven a entregar al corazón. Es un buen mecanismo de defensa aunque falla en algo ¿cómo distinguir si llega el sujeto indicado (que alguna vez soñamos encontrar, cuando creiamos en el amor), si no le damos la posibilidad que demuestre lo valioso que es? ¿Qué pasa si dejamos ir a alguien que realmente nos quiere, sólo por temor a que nos dañe? En ocasiones hay que arriesgarse, todo en la vida tiene un precio pero también en la vida existen premios. Es injusto juzgar a todos por lo que uno o unos pocos hicieron, todos merecen el beneficio de la duda. Para beneficio de nosotros mismos tenemos que dejar que nos amen y que nos hagan felices, con intentarlo nada se pierde, además en un principio uno puede ir con cierta cautela para ver si el otro es merecedor de nuestro corazón. Pero como dije antes, para saber eso uno debe arriesgarse.
Negarse al amor y cerrarle la puerta al decepcionarse de una relación es entendible y lógico, pero no creo saludable que aferrarse por mucho tiempo a las heridas, porque eso en ocasiones termina generando amargura, rencor, etc. Las heridas necesitan tiempo para curarse y uno necesita tiempo para superarlas. Pero finalmente, uno debe continuar con la vida sin descartar el amor en ella, algo que en ocasiones cuesta bastante, ya que uno no ha cerrado completamente el capítulo anterior.
En este caso es mejor arrepentirse de algo hecho, que de algo que nunca hiciste.
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